FELÍZ DÍA DE LAS MADRES
Nuestros grandes Sabios de la Tora y los Tzadikím nos relatan maravillosas historias sobre lo ejemplar de las matriarcas y todas las madres hebreas desde la antigüedad. Que en este día de las madres podamos reflejar en las figuras maternas más conmovedoras de nuestra historia, figuras femeninas como " Sara, Raquel Rivka y Jana (Gracia). A tres de ellas se les dió la posibilidad de ser madre a principio de año".
Cada una de estas grandes mujeres estaba poseída por un ardiente deseo, el de ser madre. Y con una determinación sin par, se dirigieron al Eterno Dios, el Creador en sus suplicas sinceras para que se les concediera este gran privilegio.
La alegría de una madre no consiste simplemente en dar a luz a un hijo, sino en criarlo y nutrir su crecimiento. Esas grandes figuras femeninas historicas mencionadas anteriormente ejemplifican cómo una madre judía debe dedicarse al desarrollo de sus hijos desde la infancia hasta la edad adulta. Aunque para todas las madres, sus hijos siguen siendo lo que son; aún después de la edad adulta y fuera del hogar de sus padres.
El amor de una madre nunca termina, no es solamente un compromiso de educación que va desde la cuna o desde la concepción hasta la edad adulta, es verdaderamente algo eterno. Como lo vemos en la vida de Raquel Imenu, que aún en el más alla llora y se preocupa por sus hijos Judios en sus sufrimientos, aun miles de años después. Por lo que recibe consuelo de Dios.
Este concepto, que ha sido popularizado por la cultura secular recientemente, lo de valorar y venerar a las madres ha sido la herencia intelectual y real de las madres judías desde la antigüedad reflejadas en todas las santas escrituras hebreas desde miles de años hasta hoy.
Una de las primeras impresiones en las generaciones pasadas, era que nuestras mujeres solían pegar con cariño versículos bíblicos en las cunas de sus bebés, para que lo primero que vieran en este mundo fueran las letras sagradas de la Torá.
Mirando hacia atrás en busca de precedentes anteriores, encontramos que cuando Rabban Yohanán Ben Zakkai enumeró las cualidades exaltadas de sus más grandes discípulos, sorprendentemente elogió al Rav Yehoshua Ben Jananyah con las palabras siguientes: “Bienaventurada es la que lo dio a luz”. Esto fue, por supuesto, un elogio, no del propio Rav Yehoshua, sino de su madre, porque de hecho le debía su grandeza a ella. Desde su más tierna infancia ella solía llevar su cuna a la Casa de Estudio de la Torá en su localidad, para que sus oídos estuvieran sensibilizados desde el principio a las armonías escondidas dentro de las palabras de la Torá.7 Y fueron esas cruciales primeras impresiones las que tranquilamente sentaron las bases, cimientos ocultos pero profundos para su futura grandeza.
CRECIENDO FUERA DE LA CUNA
A medida que los bebés se convierten en niños pequeños, su educación comienza a separarse en diferentes caminos. El más sabio de los hombres (el Rey Salomón) aconsejó a los padres con las palabras siguientes:8 “Eduquen pues al niño según su camino; y aún cuando se haga viejo, no se apartará de él.” Cada niño tiene “su camino”, una tendencia única y una naturaleza propia. Una madre sabia, al observar cómo cada una de sus ramitas en ciernes se extiende y se despliega y crece hacia la luz a su manera individual, se abstiene de podar y empujar e imponerles un estilo uniforme a todas. Respetando su singularidad, cultiva sus dones individuales.9
Esta fue la actitud de nuestras Matriarcas, Sara y Raquel. Sus hijos, Yitsjak (Isaac) y Yosef (José), eran muy diferentes, tanto en sus personalidades espirituales como en las misiones que les fueron asignadas en el mundo en general.
RAQUEL CAPACITÓ A JOSÉ PARA UNA VIDA DE LUCHA
Raquel crió a su hijo José en un ambiente completamente diferente. El nació en Jarán, en Siria. “el blanco de la furia de Dios en el mundo”, en la engañosa casa de Laván, su abuelo materno. Sin embargo, la dedicación de su madre a su crianza lo capacitó para resistir los desafíos de una vida de lucha.
A diferencia de su abuelo paterno, Isaac que vivió toda su vida en Eretz Israel. José solo vivió en la Tierra de Israel hasta la edad de diecisiete años, cuando sus hermanos lo vendieron. A partir de ese momento, José pasó toda su vida adulta en Egipto, “la depravación de la tierra de aquel entonces”.
El fue obligado a sufrir durante años como esclavo y prisionero. Incluso cuando ascendió al puesto de virrey, sus deberes ocuparon la mayor parte de su tiempo, lo que le impidió involucrarse directamente en actividades espirituales. E incluso entonces, todavía estaba sujeto a la autoridad final de Faraón: “Estableceré el trono más alto por encima de ti”.
Sin embargo, a pesar de su entorno menos prometedor, Yosef vivió una vida de tal integridad que se le recuerda como Yosef Ha'Tzadik (José el Justo), gracias al entrenamiento temprano que su madre Raquel invirtió en él.
Sara educó a Isaac de tal manera que su prosperidad material nunca enfrió su ardiente devoción a Dios. Raquel educó a José de tal manera que los obstáculos materiales no desanimaron su ánimo. Por el contrario, su sufrimiento de hecho lo llevó a su futuro papel como virrey de Egipto.
GRACIA CRIO A SAMUEL PARA SER PROFETA
La otra gran figura femenina en este artículo es Jana la madre de Samuel. Exultante de gratitud hacia Dios tras el nacimiento de su hijo Samuel (Sh'muel), ella demostró ser una gran Profetiza. al pronunciar profecías en I Samuel 2:1-10 que aluden a las tribulaciones que los judíos sufrirían en el exilio, la resurrección de los muertos y la venida final del Mashíaj. Así como su nombre Jana deriva de la palabra hebrea Jen que significa “Gracia” o “Encanto” o "Favor". Jana era una Profetiza y preparó a su hijo Samuel para ser un Profeta tan grande que cuya grandeza se compara con las de Moisés y Aarón. Jana tenía una cualidad que trasciende las categorías finitas de la razón humana, también su profecía habla de las trascendentes revelaciones espirituales de la era del Mashíaj y su hijo Samuel fue aquel profeta que ungió a David para ser el Rey de Israel de quién saldrá el Mesías.
RAQUEL NUESTRA MADRE VERÁ EL REGRESO DE SUS HIJOS
Cuando el Mashíaj finalmente llegue en la inminente Redención mundial, Nuestra madre Raquel verá el regreso de sus hijos, seremos conducidos de regreso a Eretz Israel pasando por la tumba de Raquel, tal como pasaron nuestros antepasados en su camino al exilio en Babilonia ( Bereshit 48:7). Luego, en su camino al exilio, fue el alma de Raquel que intercedió por ellos (Jeremías 31:15) y les dio ánimo. Y, en la futura Redención, cuando salgamos del exilio, será nuevamente Raquel quien nos alentará y se enorgullecerá del hecho de que todos sus hijos regresan a casa.
Además, así como los hijos de Dios son reunidos de la Diáspora, así también, con su regreso, Dios Mismo regresará (por así decirlo) del exilio de Su Divina Presencia. Él guiará a cada judío “de la mano ” sacándolo del exilio, y llevándolo a casa.
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